En diferentes columnas se repite la idea que adolecemos de institucionalidad democrática. Lo leemos y escuchamos decir tantas veces que, a no dudar, se ha convertido en un ‘lugar común’ de cualquier medio periodístico. Si deseamos seguir profundizando en el mismo tema podremos apreciar que, la construcción de cualquier sistema político no surge de arriba […]
Por Carlos Hakansson. 11 agosto, 2014.En diferentes columnas se repite la idea que adolecemos de institucionalidad democrática. Lo leemos y escuchamos decir tantas veces que, a no dudar, se ha convertido en un ‘lugar común’ de cualquier medio periodístico. Si deseamos seguir profundizando en el mismo tema podremos apreciar que, la construcción de cualquier sistema político no surge de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba; por eso, habría que esforzarnos en formar ciudadanos en todo el estricto sentido de la palabra.
Los sistemas políticos surgen de las bases de toda sociedad, una comunidad de personas que viven y conocen su historia, necesidades, que saben lo que son y pueden llegar a ser como comunidad. Los vehículos idóneos para poder canalizar estos ideales son los partidos políticos, los cuales gozarán de representatividad en la medida que puedan encarnar esos ideales y saber conducir a sus representados. Por eso, es muy importante para la institucionalidad la figura del ciudadano. Si los partidos políticos pueden concebirse como un vehículo de Fórmula Uno circulando por una autopista (sistema político), el conductor (el ciudadano) es un factor muy importante para llegar a la meta y conquistar un objetivo concreto.
En la región Piura empiezo a observar algunos cambios favorables. Las generaciones más jóvenes, que han conocido y vivido una continuidad democrática, tienen más conciencia que deben formarse profesional y políticamente para poder empezar un cambio. Hoy en día, observo que alumnos universitarios de la Región desean militar en un partido, esperar formación, colaborar en campañas, ser personeros de mesa, así como asumir cargos de responsabilidad y representación dentro y fuera de su partido, entre otras importantes tareas. Se trata de un cambio todavía tímido, pues no todos los movimientos regionales y partidos nacionales tienen una estructura que alcanza a todas las regiones y extremos del país, pero que debe ser tomado como una señal para crear un semillero de talentos en el ejercicio de la política, que sean el capital humano que necesitaremos para lograr la ansiada institucionalidad.
En plena temporada internacional de fútbol, nos damos cuenta que los países que han sembrado buenas y eficientes divisiones de menores son ahora los nuevos protagonistas que animan la Copa Mundial; algo similar podría ocurrir en la política, los jóvenes formados por los partidos serán los líderes del mañana. Por tanto, no empezaremos la institucionalidad si los partidos no empiezan a formar su propia militancia.